Fue el primer Mundial en el que se utilizó la diferencia de goles para definir la clasificación en caso de empate en puntos durante la primera ronda, lo que ocasionó partidos muy cerrados, planteamientos extremadamente defensivos y mucha pierna fuerte. A los cuatro días de empezado del certamen abundaban los jugadores lesionados; entre ellos se encontraba nada menos que Pelé, quien quedó fuera de combate en el encuentro ante Checoslovaquia en primera ronda.
Pero Brasil no dependía única y exclusivamente del genio de ORei. Allí estaba la maestría del mediocampista Didí, el dribling endemoniado del puntero derecho Garrincha y la capacidad de un goleador implacable como Vavá para sacarle lustre el título de campeón mundial. Además, Amarildo, un ilustre desconocido antes de la Copa, supo ser un sustituto a la altura de las circunstancias y terminó convirtiéndose en figura.
Así, Brasil fue imparable a pesar del juego rudo y las defensas numerosas. En su grupo clasificó sin problemas y luego se deshizo de Inglaterra y el anfitrión Chile, que sorprendentemente se había clasificado a semifinales luego de haber dejado atrás a Italia en primera fase, tras un plémico partido que terminó en una bronca de proporciones, y a la Unión Soviética en cuartos de final.
En la gran final, el Scratch volvió a encontrarse con Checoslovaquia. Tras ir perdiendo 1 a 0 logro voltear el marcador con goles de Amarildo, Zito y Vavá, y así se alzo con el bicampeonato mundial. La Copa del Mundo no tuvo la espectacularidad de otras ediciones y la violencia dentro de la cancha se convirtió en el principal enemigo del buen fútbol.
Sin embargo, ello no opacó el título brasileño, conseguido sobre la base de un derroche de fútbol mágico ante el cual se rendía cualquier selección del mundo en aquel entonces.
No hay comentarios:
Publicar un comentario